la leyenda

La leyenda narra que, una noche, el juglar iba como siempre sacando algunas notas de su acordeon y cantando para hacer más ligero el camino. De repente se dio cuenta que cada melodía que interpretaba era respondida con una aún mejor por otro músico que no lograba divisar en la oscuridad. Luego de casi dos horas de enfrentamiento, Francisco se encontraba atónito por la interpretación de su contendiente, quien le estaba ganando.

Francisco decidió seguir la melodía de su adversario hasta que por fin lo divisó entre la penumbra de la noche, sin embargo no lograba identificar plenamente de quién se trataba. De pronto un rayo de luz de luna penetró la penumbra y la silueta de su contendor se hizo evidente, se trataba del diablo. Fue entonces cuando el juglar comprendió que se estaba enfrenando en el máximo duelo, miró al cielo, y rezó el credo al revés y entonó la melodía más hermosa y armoniosa jamás escuchada. Ante tal despliegue de habilidad, satanas escapó entre las penumbras dejando como ganador del duelo a Francisco.

 

Una de las posibles identidades reales de Francisco el Hombre es Francisco Moscote, nacido en el pueblo de MachobayoGuajira. Francisco el hombre es mencionado en Cien años de soledad como «un anciano trotamundos de casi doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo». Otro candidato para ocupar el puesto del Francisco histórico es Francisco "Pacho" Rada, nacido en Plato (Magdalena), quien aprendió a tocar el acordeón desde temprana edad; además, se le atribuye la creación de uno de los aires del vallenato, el son. La película de 2000 El acordeón del diablo, que trata sobre la vida de este hombre, lo propone como el personaje legendario.

En su honor se ha bautizado a la famosa tarima Francisco El Hombre del coliseo donde se realiza el Festival de la Leyenda Vallenata de Valledupar, el evento más popular y conocido de la música vallenata. Asimismo, da su nombre al Festival Francisco El Hombre de Riohacha. Su imagen está dibujada en la tarima de la plaza del Hombre Caimán en Plato.